Un enjambre de autos se aleja de la ciudad zumbando y atropellando insectos. Adentro viajan sentados los ciudadanos. Van pendientes de los carteles y el tránsito. Charlan, escuchan música, fantasean, suben la calefacción, piensan. Algunos juegan a descubrir cuises en la banquina. Otros bajan un poquito la ventanilla para oler tierra y pasto o escuchar el mágico canto de los grillos y las ranas.
En sentido inverso, un camión se acerca a la ciudad embistiendo como un toro. En las jaulas, viajan parados los terneros. Vienen pendientes de los movimientos del piso para no resbalar. Mugen con los nervios de punta, amontonados como ganado y oliendo su orín. Vienen con los ojos cada vez más salidos de sus órbitas sin saber adónde. Tiemblan entre barandas que tiemblan y una tela flamea sobre sus cabezas.
Los ciudadanos y los terneros se cruzan en el camino. Van y vienen conscientes de pequeñas cosas e inconscientes de casi todas. No saben que son parte de la misma ruta y el mismo río.
Súper Empáticos
La introducción anterior pretende servir de introducción al veganismo. No es la idea mostrar estadísticas, relaciones o convencer. Hoy nos alcanza con conmover. Porque creemos que ser vegano es, antes que nada, sentir mayor empatía con las demás especies animales, ponerse en las pezuñas, en las aletas y en las ventosas de los demás. Y para estos fines la literatura sirve mejor que el discurso argumentativo.
Sin esta emoción primaria no es posible entender el fundamento del veganismo: todos los seres que sufren deben considerarse sujetos de derecho. Sobre esta piedra se construye toda la postura ética, la teoría del derecho animal y la filosofía del veganismo. Todo se justifica por un principio simple y contundente: evitar el sufrimiento.
Veganismo hay uno sólo
Existen muchos motivos para ser vegetariano pero fundamentalmente uno para ser vegano: terminar con el sufrimiento de los animales no humanos. Estrictamente un vegetariano es alguien que no come carne (ni de vaca, ni pescado, ni pollo), pero en este terreno hay más excepciones que reglas. Los ovo vegetarianos comen huevos. Los lacto-vegetariano consumen leche y derivados. Los «ovo-lacto-vegetariano» combinan las dos opciones anteriores. Los «pesco-vegetariano» comen pescado. Los apivegetarianos consumen miel. Los «pollo-vegetariano» comen pollo. Los flexitivistas o flexi-vegetarianos reducen su consumo de carne o lo limitan a algunos períodos. Y así, cada día existen más tipos de vegetarianos. Quizás la clave de estas diferencias sea la diversidad de motivos. Muchos dejan la carne buscando una alimentación más saludable, que les dé mayor bienestar, que mejore su rendimiento físico, que reduzca su probabilidad de sufrir determinada enfermedad. Otros vegetarianos eligen esta dieta fundamentalmente para reducir el impacto ambiental.
En zafrán apoyamos todas estas búsquedas vegetarianas, que reflejan la inquietud de mejorar la alimentación. No tenemos la posta para decirles qué es lo mejor, ni una única opinión en el equipo. Varios integrantes de nuestro equipo experimentan estas categorías, cada uno con sus necesidades y motivos individuales. Claro que también valoramos mucho la filosofía vegana. Admiramos su inmensa empatía y su perfecta coherencia.
Los veganos tienen una alimentación muy consecuente con su razón de ser: simplemente no comen nada que provoque en su proceso sufrimiento a especies de animales no humanas. Esta filosofía va mucho más allá de la alimentación. Evitan la seda, la lana, el cuero y cualquier producto que implicó en su proceso una prueba sobre un animal. No compran cosméticos o productos de cuidado personal que contengan lanolina, carmín, miel, etc. Se oponen a la existencia de los zoológicos, de rodeos, de carreras de caballos o de galgos, de circos con animales y cualquier otra actividad que implique la opresión animal.
El sufrimiento animal le da sentido a toda esta visión de la vida. Por eso, para ponernos en la piel de un vegano proponemos pasar antes por el cuero de un ternero.
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