HB4, nuevo invento argentino

17/11/21

El 12 de noviembre la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) de Brasil aprobó la comercialización de la harina de Trigo Transgénico HB4 desarrollado en Argentina. Se trata del primer trigo transgénico del mundo, que con este último Ok supera la etapa experimental para pasar a ser un hecho. La noticia divide aguas.  ¿Es motivo de orgullo o de vergüenza? ¿Cuáles son los riesgos ambientales, sanitarios y comerciales? ¿Es un avance científico innovador y sustentable o un negocio imprudente e insalubre que profundiza la lógica expansionista de siempre? ¿Es un paso hacia adentro o afuera de la crisis total (económica, sanitaria, ambiental y social)? ¿Es más significativa la resistencia a la sequía o la resistencia a agroquímicos como el glifosinato de amonio?

La postura de zafrán es que urge transformar el sistema alimentario de raíz y terminar con este tipo de falsas soluciones. Venimos siguiendo el tema en el blog, poniendo el foco en el poder que tenemos los consumidores para resistir estas decisiones que son parte del agronegocio (https://www.zafran.com.ar/organico/trigo-transgenico/). Pero hoy simplemente queremos enfrentar dos voces que consideramos competentes y representativas de ambos lados de la polémica. De un lado Raquel Chan, Investigadora del CONICET,  Profesora de la Universidad Nacional del Litoral y líder del proyecto. Del otro lado, Soledad Barruti, la periodista especializada en tema alimenticios, referente de la resistencia.

¿Innovador y sustentable?
En la COP26 la Argentina presentó su trigo transgénico como un aporte frente a las sequías ocasionadas por el cambio climático, como una respuesta resiliente para no perder productividad. Así es presentado también por empresarios de Bioceres, por el gobierno nacional y santafesino, como una solución sustentable. De este lado, elegimos la voz de su principal desarrolladora, Raquél Chan. “Desarrollamos una tecnología que otros no pudieron. Logramos que las plantas produzcan más con menos agua”, explica Chan. Y agrega: “Siendo que el agua es el recurso más valioso, desperdiciarla menos y generar más alimento constituye un acontecimiento muy importante para la ciencia argentina”. Este “lo desarrollamos nosotros, desde acá. Tenemos que estar contentos. Sirve para ver que la ciencia argentina puede hacer grandes cosas. Me apena que mucha gente no lo vea así”, acota.
La manipulación genética existe en muchos procesos: nunca vi a la gente quejarse cuando le trasplantan un hígado. No entiendo por qué trasplantar un solo gen de una planta a otra les hace tanto escándalo”, remata Chan.

Insalubre y destructivo
Soledad Barruti, periodista referente de la alimentación, tiene una mirada totalmente diferente, “que ningún otro país lo haya desarrollado no tiene que ver con que nosotros seamos unos genios de la ciencia (…) sino con que los otros países tienen una precaución al transgenizar uno de los alimentos más importantes que consume diariamente la humanidad occidental”.
En esta línea agrega que es mentira que estemos generando una ciencia argentina. “Los capitales nacionales y los científicos que trabajan para el CONICET u otras universidades, están al servicio de una empresa privada, Bioceres, que es nuestro Monsanto o Bayer”. Así se subvenciona una empresa que profundiza el mismo modelo de concentración del sistema productivo, adueñamiento de las semillas, expansión de la frontera agrícola y producción de herbicidas que enferman. La resistencia a la sequía que aporta como beneficio este transgénico, sería una reacción a un problema creado por esa misma matriz productiva que es la que viene cambiando el clima y dañando la tierra.

¿Por qué tanto escándalo?
Es verdad que existen otros tres cultivos transgénicos que se producen en el país (y muchísimos otros afuera): soja, maíz y algodón. Pero la gran diferencia es que no se consumen directamente, sino que son alimento para animales, jarabe de alta fructosa (endulzante para ultraprocesados), productos textiles sanitarios, etc. En este caso, el trigo es la base de nuestro pan de cada día, un alimento primordial. ¡Y Argentina sería el primer país en aprobar algo así! Esto tiene dos agravantes más. Por un lado, este transgénico es resistente a un “plaguicida” llamado glifosinato de amonio que es 15 veces más venenoso que el glifosato (según la FAO). Por otro lado, en la región, la cantidad de trigo consumido es enorme, superando los 85 kg por persona por año.

Pero el “escándalo” no es una maña argentina. Es una resistencia de una comunidad global de consumidores responsables que no quieren glifosinato en su pan. En esta línea la Abitrigo analizará solicitó una medida cautelar “para suspender la implementación de la decisión de CTNBio hasta el pronunciamiento del Comité Nacional de Bioseguridad”. “No se puede ignorar el impacto de sobre las exportaciones brasileñas de productos derivados (masas, galletitas y panes) y desmembramientos imprevisibles sobre la imagen del Agronoegocio”, sostienen sus voceros. No se puede ignorar la voz de los consumidores, que inevitablemente  subirá  por la escalera de proveedores. Hoy los mismos  exportadores de trigo argentinos temen que la presiones civiles y la falta de demanda terminen siendo aún más fuerte que el lobby y así se terminen cerrando muchos mercados. El escándalo recién comienza.

¡Si querés hacer más escándalo, firmá el siguiente petitorio!

https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSd-3kbEP-jIDneyGPovaUgo6MXR8NS4BEIw09y7mGYEnJYuaw/viewform

 

Más en https://www.zafran.com.ar/organico/trigo-transgenico/.

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