
“Corrientes” es un muy buen nombre para entender la idea de “interser”. “Corrientes” describe una provincia atravesada (y signada) por 7 ríos, incluidos los caudalosos Paraná y Paraguay. “Corrientes” (atinadamente plural) distingue diversos flujos de agua que caen hacia la mar. “Corrientes” dibuja una serie de flechas que vienen y van de otras provincias y países, deudoras de afluentes, lluvias y toda una serie de circunstancias, como pendientes, lechos, orillas o represas, que determinan su recorrido y humor, haciéndolas mansas o bravas. De este modo señala un territorio sin recortarlo del resto del universo, consciente de que se escurre a los límites administrativos que pretenden contenerlo, de que no existen las identidades independientes.
“Interser” significa que ni las provincias, ni las personas, ni las especies animales, ni las nubes son entes aislados o autosuficientes. El pensamiento sistémico multicausal de la ciencia y la sabiduría precolombina coinciden en ese punto: cada soplo de vida es posible gracias a un afuera que no depende de nosotros. La sangre de nuestras venas y la sabia de los árboles son parte del mismo río. Todos los seres del planeta vivimos interconectados. Con esta visión orgánica de lo Real (esa cosa indecible, e inasible que también escapa a las copas del lenguaje) trataremos de abordar los “incendios en la provincia de Corrientes”.
Esto implica ir más allá de lo que vemos (la desesperación de los correntinos, los animales calcinados, la lucha de los bomberos, el avance descontrolado del fuego, las discusiones político partidarias) que es la punta del iceberg del problema o la parte dolorosa de la llaga. También supone corrernos de la mirada cuadriculada, para comprender que el 10% de la provincia quemada perjudica al 90% que está al margen de las llamas y al 100% del mundo. Porque dañar un órgano implica un efecto cascada sobre todo el cuerpo. Porque los incendios son un fenómeno complejo y multidimensional, con una serie dinámica de condiciones que lo oxigenan, alimentan y transportan a través del tiempo por un río que, entre fuegos, se vuelve subterráneo.
Corriente global
Desde este enfoque no hablamos de una crisis provincial, ni nacional sino global. No creemos los incendios hayan empezado este año, ni en Corrientes, ni que terminarán con los últimos focos sofocados.
Estos incendios vienen desde otros años y países. Los trajo la corriente; desde 2019 en Australia, el Amazonas Siberia y África; desde el 2020 en California, Europa, Córdoba y el Delta del Paraná. No lo decimos en clave poética sino científica. Es lo que aseguran los especialistas en fuegos que estudian y modelan su comportamiento mediante programas de computación, abordándolo como un fenómeno global y sistémico. Hay una web pública para observar en tiempo real las imágenes de la NASA (Fire Information for Resource Management System) de los diferentes focos en todo el mundo.
Basados en estos datos, muchos especialistas comienzan a hablar de la “Era de los Mega Incendios”. Mega por los records en registros históricos de cantidad de focos y kilómetros cuadrados quemados. Mega por sus efectos devastadores, emisiones de carbono, calentamiento global, desforestación, pérdida de la biodiversidad, daños materiales y vidas. Mega por los riesgos futuros que implican.
«Un planeta en llamas» es el título de un informe de WWF que advierte sobre el riesgo creciente de grandes incendios: «La gran tendencia es que el riesgo de incendio aumenta a nivel mundial«, dijo Susanne Winter, gerente del Programa Forestal de WWF en Alemania. La vocera de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Clare Nullis, coincide asegurando que el cambio climático y las temperaturas oceánicas más cálidas se relacionan directamente con la prolongación de las condiciones secas y el aumento tanto de los riesgos como de la severidad de los incendios.
La evidencia indica que el conjunto de incendios pasados emitió niveles récord de CO2, una gran cantidad de gases de efecto invernadero, partículas de polvo y humo que atraparon aún más calor dentro de la atmósfera y a la vez disminuyeron el caudal de los “ríos voladores” –flujos aéreos masivos de agua en forma de vapor– responsables de gran parte de las lluvias. Esto explica que hoy Corrientes esté arrodillada esperando lluvias, que los ríos voladores solían venir tan cargados desde la Amazonía hoy no traigan el alivio esperado. En Corrientes solían llover más de 800 milímetros anuales pero en 2020 pasó apenas los 200 y 2021 arrancó aún más seco.
Los incendios pasados prepararon las condiciones de este desastre y provocaron mayores dificultades para su control. Así el problema rueda como una bola de fuego y hoy, en las cenizas de Corrientes, anida como el ave Fénix un fuego futuro. Y el ciclo se retroalimenta: el CO2 liberado, la deforestación y el calentamiento, a su vez seca la vegetación y aumenta el riesgo de incendios futuros.
La corriente: el lucro
Sostener que el aumento de incendios es un fenómeno global no implica sacar la pelota afuera de la cancha, ni deslindar responsabilidades, ni naturalizar el problema. Al contrario, pretendemos meter a todos los jugadores adentro reafirmando que los incendios son provocados por la actividad humana y que existe una enorme cadena de responsabilidades. Pero, queremos ir más allá de saber si fue o no penal la jugada en Corrientes, para repensar las líneas de la cancha y el reglamento general del juego, su letra grande, chica y lo no dicho que funciona de hecho.
Aunque todas las actividades productivas inciden en el calentamiento global que agrava los incendios, no es exagerado afirmar que el círculo central del problema del fuego es nuestra comida. Porque somos 8 mil millones de animales que tratan de comer 4 veces al día y nuestra manera de producir alimentos tiene tanto impacto en el planeta. Porque los datos son concluyentes: más del 90% de los incendios en todo el mundo se inician de manera intencional (según datos de WWF), motivados por la necesidad de tierras productivas para uso agrícola y ganadero. Los indicadores nacionales confirman la regla reflejando en los últimos 50 años una relación directa entre el mayor número de incendios y el aumento de precios de los commodities. Siendo especialmente significativa la duplicación de los incendios entre 2009 y 2011, salto que se atribuye a que se hizo efectiva la ley que prohíbe el desmonte de bosque nativo.
Creemos que la “ley de la gravedad” que marca el sentido de estas corrientes de fuegos es el capitalismo miope que sólo atiende los fines de lucro. El sistema alimentario global extractivista ve a la naturaleza como a una estación de servicio. Por eso resulta “negocio” incendiar para producir alimentos, porque es barato externalizar los costos ambientales y sociales, a fuerza de lobby o influencias, para que los pague el Estado o en última instancia las generaciones presentes y futuras.
Con una mano en el corazón, nadie ignora lo que pasa. Pero los dólares y las divisas valen más que el aire. Entonces tenemos incendios voluntarios financiados (que pueden salirse de control) y bomberos voluntarios desfinanciados. No es legal incendiar pero todos saben que los referís no marcan penales por agarrones en el área (especialmente en contra de los locales) y dejan seguir jugando sin importar si eso mata millones de animales, si extingue especies o hipoteca el futuro de la humanidad. ¿Seguiremos mirando este juego por TV hasta que el fuego nos entre por la ventana?
Contra la corriente: Crecer con triple impacto
La única forma de detener esta corriente de fuego es desnaturalizarla, nadar en contra de la lógica individualista del lucro hasta cambiar su sentido. En el mundo casi todas las corrientes de los ríos responden a la fuerza de la gravedad. Pero existen excepciones, lugares donde la presión hace subir a las aguas, como en la Antártida. Demostrar que existe otra manera de hacer las cosas, que la economía podría funcionar con otros principios es quizás el primer paso para transformar el mundo. Ese es el gran desafío del ecosistema de triple impacto.
Existe una corriente de cambio que está elevando el capitalismo. No somos tres gatos locos. Existen más de 800 Empresas B en América Latina que están tratando de crecer con triple impacto, siendo lucrativas pero también buenas para las personas y el planeta. Existen también empresas BIC, sociedades de beneficio e interés compartido, que son ejemplos de crecimiento en países de la región, como Perú o Colombia. Existen cooperativas, emprendedores sociales, asociaciones, que sin necesidad de certificación alguna, crecen agregando valor en sus comunidades. Existen muchísimas grandes empresas que van más allá del “greenwashing” en sus compromisos con los objetivos de desarrollo sustentable. Existen cada vez más reuniones de líderes mundiales por la crisis climática y divulgación de los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU. Existen cada vez más consumidores responsables que demandan productos buenos para el mundo. Y el mismo Financial Times, llamó a la reinvención del sistema.
¿Es utópico soñar con un futuro en la tierra? Imaginen (y si quieren pónganle la música de John Lennon) si en los estatutos de todas las empresas, además de los fines de lucro, estuvieran escritos los propósitos no fiduciarios de impacto social y ambiental. Imaginen que el lucro ya no sea disociable del impacto y que cada actividad tenga que hacerse cargo o internalizar los costos de su propia contaminación. Entonces ¿sería negocio incendiar? Imaginen si los objetivos de desarrollo sustentable se volvieran la regla de las naciones y los poderosos deudores ambientales tuvieran que compensar su contaminación. ¿Sería tan difícil lograr financiación para implementar la Ley de Bosques o tener una Ley de Humedales? Imaginen si las instituciones financieras prestaran con tasas preferenciales a los productores responsables. Quizás hasta se volvería negocio conservar bosques o prestar servicios ambientales. Imaginen si las personas se negaran a comprar comidas que incendian. Recién entonces, cuando cooperemos desde todos los niveles para que ya no sean negocio, apagaremos los fuegos.
No somos ingenuos, sabemos que los grandes indicadores muestran que estamos perdiendo el partido por goleada. Pero tenemos esperanza y estamos actuando a su favor. Del mismo modo que muchos dicen que la inspiración suele sorprenderlos trabajando, confiamos que encontraremos un cisne blanco siempre y cuando continuemos nadando juntos corriente arriba.
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