Jane Goodall: la niña que amaba a los animales

28/08/24

Había una vez una niña que amaba los animales. “Desde que tenía un año, mi madre decía, no podía separarme de mis animales de peluche. Y cuando tuve mi primer perro, Rusty, supe que dedicaría mi vida a los animales”. Tan grande era su pasión que una noche su madre le explicó que no podía llevarse lombrices a la cama porque sus amiguitas no sobrevivían sin tierra.

Después de la primera lectura de Tarzán de los Monos, la niña comenzó a expresar su deseo de visitar África. “Y todo el mundo se reía de mí. ¿Cómo vas a hacerlo? No tienes dinero. África es un lugar peligroso, lleno de animales feroces. Y tú eres sólo una niña. Mi madre no. Ella decía que si quieres hacer algo así, vas a tener que trabajar muy duro y aprovechar todas las oportunidades. Y luego, si no te rindes, con suerte encontrarás la manera”.

¡Y eso hizo! A los 23 años, trabajando como camarera y secretaria en Londres logró reunir el dinero para viajar a Kenia a visitar a una amiga. Allí conoció al antropólogo Louis Leakey, que impresionado por su conocimiento de los animales le ofreció trabajo como asistente. Después de unos años, le encomendó su primera gran misión: estudiar a los chimpancés salvajes en Tanzania. Jane, con 26 años y sin estudios universitarios, supo que era su destino.

Se armó con una pequeña bolsa de viaje en la que tenía un anotador, un bolígrafo, un lápiz y unos binoculares. ¡Y pidió que su madre la acompañara! Al principio padeció varios días de calor sofocante, insectos confianzudos y chimpancés esquivos. Pero su madre le dio ánimo para observar con ojos de niña lo que nadie se atrevía.

Observó que los chimpancés rompían ramitas de los árboles y les quitaban las hojas antes de introducirlas en los agujeros de los termiteros. ¡Estaban fabricando y usando herramientas! Y en los 60 eso era increíble porque sólo la humanidad podía hacerlo. ¡En una mirada redefinió el concepto de humanidad!

Observó que los chimpancés se besaban, abrazaban, daban palmadas en la espalda, podían comer carne, tenían gestos compasivos o altruistas, pero también sacudían puños amenazantes y hacían la guerra. ¡Y así, mirando con la cabeza y el corazón descubrió muchas cosas desconocidas!

Observó que cada individuo tenía una personalidad (¡su perro Rusty ya se lo había enseñado!) y los bautizó (Goliath, Humphrey, Rodolf, Leakey, Mike, Mr. McGregor, Flo, Faben, Figan y Fifi). Habló de “infancia”, “adolescencia”, “adultez”, de “macho viejo cascarrabias”. ¡Y con éste método empático y personal revolucionó la etología inyectándole vitalidad y entusiasmo! Derribó la pretensión de “objetividad” de quienes enumeraban ejemplares de lejos. Bailó sobre el temido “antropomorfismo”, señalando las semejanzas entre los animales no humanos y los animales humanos.

Antes de que el concepto de “sentir-pensar” estuviera en el diccionario, Jane unió dos formas de observar la realidad, a partir de la reflexión racional y el sentimiento emocional, en un mismo acto comprometido de conocimiento y acción. A los 27 años, a su vuelta de Tanzania, Jane Goodall se volvió una celebridad en el mundo académico encontrando su verdadero rostro.

A lo largo de 60 años de investigación y divulgación obtuvo más de 30 títulos honoríficos de universidades de todo el mundo, incluyendo Cambridge y Harvard. Ganó innumerables premios, condecoraciones y medallas, como el nombramiento como comandante de la Orden del Imperio Británico por la Reina Isabel II. Realizó más de 20 películas documentales, escribió 17 libros para adultos y 12 libros infantiles (quizás porque nunca perdió a su niña). Jane Goodall continuó expandiendo una mirada llena de astucia y compasión. Hoy es una leyenda de la ciencia y el activismo ambiental.

Consejos de una anciana-niña

Éste mes, ya con 90 años, la gran etóloga británica y mensajera de la paz de la ONU visitó la Argentina para refrescarnos su voz. No importa el nombre con el que la llamen, es sólo un ruido que puede reproducir el aparato fonador humano. Sus hijos la llaman “Big Mama” (“Mamá Grande” o “Mamá Meow”). Sus nietos la llaman “Grandma Jane”. Lo que importa es que todos unen un gran respeto y un gran amor. También los mediáticos: “La dama de los chimpancés”, “Dr. Jane”, “Valerie Jane Morris Goodall”, “ex baronesa Jane van Lawick-Goodall”. Todos sus nombres contienen algo del abrazo de Wounda, y de los demás chimpancés con quienes se animó a espejarse.

El mensaje que nos dejó en Buenos Aires supo equilibrar las alarmas y esperanzas (no es casual que sus últimos dos libros contengan la palabra “esperanza” en su título). Jane Goodall fue clara: el futuro del planeta depende de la capacidad de las nuevas generaciones para adoptar una relación más armónica con la naturaleza. Las amenazas del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad son grandes problemas que requieren acciones urgentes y colectivas. Pero podemos cambiar (¡aún hay una ventana para lograrlo!), reconectar con la naturaleza y encontrar en ella la fuerza para construir un futuro mejor para todas las formas de vida. No sirve enojarse y señalar culpables sino tratar de llegar al corazón de más personas. ¡Intentaremos poner en práctica éste sabio (y pasional) consejo! No es fácil para una marca activista encontrar el tono justo.

“Siempre le recuerdo a las personas que somos parte del mundo natural, no estamos separados. De hecho, dependemos de él para el agua, el aire, la lluvia, la comida… para todo”, enseña Jane. ¡Así es! ¡Dejar de sentirnos individuos recortados y autosuficientes es una de las claves para transformar el mundo! Por eso en zafrán intentamos transmitir el complejo concepto de “interser” en los nuevos packs, incluyendo una red que señala de dónde vienen los ingredientes, que muestra que “inter-somos” con todos los seres que nos rodean, que las barras no serían posibles sin árboles, microorganismos, nubes e innumerables personas… Sabemos que no es fácil, que puede generar algo de ruido e incomprensión al principio, pero creemos que es muy necesario ser parte de éste cambio cultural.

“Necesitamos una nueva definición de éxito que no se trate sobre riqueza y poder, sino acerca de vivir una buena vida con lo suficiente para mantenernos a nosotros y nuestras familias, y tener tiempo para disfrutar de nuestros seres queridos y la naturaleza.” ¡Es fundamental que las personas (y las empresas) empiecen a preguntarse por el sentido de sus vidas, que encuentren sus propósitos y pasiones! Está claro que no tiene sentido nacer para maximizar las ganancias de un grupo de accionistas y aliviar angustias existenciales consumiendo. La vida puede ser mucho más que eso que pasa mientras el celular nos entretiene. El mundo pide a gritos la vitalidad, el entusiasmo y el amor de aquella niña que amaba a los animales.

 

¿Qué es el interser o cómo sentirnos parte de la naturaleza?  Interser y crisis de consciencia (zafran.com.ar)

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