“Qué bueno estar en la playa cuando se han ido
Los que tapan toda la arena con celofán,
Recordar las estrellas que hemos perdido
Y pensar a ciencia y verdad nuestro porvenir
¿Será como yo lo imagino o será un mundo feliz?
Quiero estar bien, bien solo lejos del ruido
Descubriendo por qué olvidamos y volvemos a amar
Y pensar qué sería de nuestra vida
Cuando el fabricante de mentiras deje de hablar
Mientras miro las nuevas olas
Yo ya soy parte del mar”Serú Girán, Mientrás miro las nuevas olas.
En zafrán creemos que la humanidad atraviesa una crisis de consciencia. El problema es que vivimos escuchando, desde los cuentos de cuna hasta los postgrados universitarios, que “somos sujetos independientes que vinieron al mundo para hacer más plata”. Esta confusión justifica, por ejemplo, la explotación, la depredación y la contaminación de los océanos. Por eso, hoy queremos escuchar otra cosa.
La propuesta es interpretar la letra de una canción. No pretendemos descubrir lo que quisieron decir sus geniales creadores (¡que fue otra cosa!). Sólo invitarte a seguirnos en una lectura posible de algunos versos. Probarte los anteojos del Inter-ser y acompañarnos en una otra forma de mirar el mar (y el mundo) que nos parece importante tratar de contagiar.
“Que bueno estar en la playa cuando se han ido los que tapan toda la arena con celofán”, que bueno estar cuando se han ido los que hacen negocios externalizando costos, contaminando y enfermando, los que no entran en contacto con la arena, le dan la espalda al mar, los que siguen sus cuentas bancarias desde el celular (que cambian cada año y después tiran al mar). ¡El celofán es sólo uno de los polímeros que tiran (que tiramos), por eso en 2050 habrá más biomasa de plásticos en los mares que vida marina!
“Las estrellas que hemos perdido”, los propósitos, los ideales que le dan sentido a nuestra vida, nos movilizan y guían. ¡Y también nos ubican! Chiquitos en un universo inmenso, misterioso y bello. Perdemos estas referencias cuando abrimos la sombrilla y agachamos la cabeza a la idea de que existimos para ganar más plata y aliviar angustias existenciales consumiendo.
“Pensar a ciencia y verdad nuestro porvenir” ¿será que la ciencia se separó de la verdad cuando se puso al servicio del negocio y en lugar de mejorar la alimentación le metió más químicos (conservantes, emulsionantes, colorantes, símil alimentos e ingredientes nocivos, packs plásticos) que sólo son saludables para las billeteras de los accionistas? ¡El desafío es volver a juntarlas!
“¿Será cómo yo lo imagino o será un mundo feliz?” Este verso es tan pesimista como los pronósticos de la ciencia independiente, como el Informe Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático integrado por miles de científicos de los 193 países de la ONU. La actividad humana provocó un desequilibrio ambiental sin retorno pero todavía podemos reaccionar en materia de mitigación y adaptación. ¿Estaremos cerca de un cambio de paradigma o nos espera inevitablemente un futuro distópico?
“Quiero estar bien sólo lejos del ruido, pensando por qué olvidamos y volvemos a amar…”, acá la soledad no provoca tristeza sino que se asocia a la sabiduría y la espiritualidad, propiciando la reflexión, la meditación y la creación. Alejarse del ruido, de las pistas de carreras y la lógica de la competencia. Ganar autonomía y soberanía, escuchar a la tierra y a nuestro corazón, abrazar un nuevo orden signado por la colaboración, la transparencia, la paz y el bien común.
“Y pensar qué sería de nuestra vida…”, sin el mar no habría vida (allí nació), el mar aún nos protege, aún alberga la mayor biodiversidad del planeta, aún amortigua los extremos climáticos y absorbe parte de nuestras emisiones de carbono. Pero tiene un límite.
“Cuando el fabricante de mentiras deje de hablar” ¿será la publicidad que prometer felicidad en cada mercancía e incita a comprar y desechar cosas que terminan en el mar?
“Mientras miro las nuevas olas…”, ¿podrían ser las manifestaciones de la nueva economía que le suma al lucro las variables de impacto social y ambiental? Es indisociable de un cambio cultural que moldea una mirada sistémica, orgánica, interdependiente, colaborativa, fraterna y amorosa.
“Yo ya soy parte del mar…”, sentirnos parte del mar es vivir consciente, sentir que inter-somos con los peces, las algas, el sol… No hace falta estar en la playa. Podemos hacerlo desde un supermercado, eligiendo un envase que no terminará en el estómago de una tortuga, no avalando con nuestras compras la pesca indiscriminada, exigiendo leyes de cuidado.
Superficiales
Vivimos en un planeta al que llamamos “Tierra”, pero podríamos llamar “Mar”, porque gran parte de su superficie está cubierta de agua (97,5% de aguas saladas oceánicas y 2,5% de aguas dulces). Vivimos tomándonos demasiado en serio distinciones arbitrarias. Trazamos límites entre océanos que los peces, las algas y las corrientes atraviesan indiferentes. Bautizamos solemnemente ríos, embalses y turberas aunque todas sus aguas viajen y se entremezclen con la mar.
Hasta la división entre la tierra (o cielo) y mar es relativa. Todos los ecosistemas planetarios se entrelazan en un gran ecosistema interconectado. Por un lado, no podríamos respirar en la superficie terrestre (como no podemos bajo el agua) sin la existencia de los ecosistemas marinos profundos, que protegen y equilibran la vida en tierra, contienen la mayor biodiversidad, transportan nutrientes alrededor del planeta, actúan como sumideros de carbono y atenúan los efectos de los cambios climáticos absorbiendo el aumento de la temperatura. Por otro lado, nuestras acciones humanas afectan constantemente la vida en las profundidades y nuestras packs terminan en los estómagos de las tortugas marinas. Entonces, ¿adónde comienza y adónde termina la mar?
¿Cómo podemos cambiar nuestra percepción de las cosas y de las costas? ¿Cómo ganar profundidad? ¿Cómo dejar de acentuar los límites y las separaciones para ver mejor las conexiones, participaciones, interdependencias e influencias recíprocas? ¿Cómo cambiamos nuestro lenguaje para que (en lugar de recortar el Ser) convoque al Inter-ser? ¿Cómo hacemos para que nombrar sea menos recortar dominios y más señalar asombros? ¿Seremos capaces de despertar a tiempo? ¿Podremos aprender a mirar la mar desde una perspectiva sistémica, orgánica, interdependiente, colaborativa, fraterna y amorosa? Quizás el futuro de muchas especies, incluyendo la nuestra, dependa de que logremos sentirnos parte del mar.
El problema del plástico es de la industria y los Estados (zafran.com.ar)