Impacto del azúcar

26/07/21

En zafrán apoyamos la “Semana de la NO Dulzura”, una campaña de concientización pública para reducir el consumo de azúcar en la Argentina a menos de la tercera parte (según recomendaciones de la OMS). Es importante porque el azúcar que sobra en nuestra comida provoca obesidad y enfermedades crónicas no transmisibles que nos están matando. Pero el actual negocio del azúcar no sólo perjudica nuestra salud sino también el tejido social y el medio ambiente. El azúcar es uno de los  ingrediente estrella de los ultra-procesados o comestibles industriales, una de las bases del sistema alimentario. Se oculta entre muchos nombres en más de la mitad de todo lo que vemos en los supermercados (desde pan de molde, salsas, aderezos, pastas dentales, etc.). Por eso, queremos entender mejor su triple impacto negativo en el mundo.

Los orígenes del impacto del azúcar   

El azúcar fue durante siglos el oro o el petróleo de América. De 11 millones de africanos esclavizados, más de la mitad fueron enviados a plantaciones de azúcar. «Cuando trabajamos en el ingenio y nos pillamos un dedo en la piedra del molino, nos cortan la mano; si intentamos huir, nos cortan una pierna; ambas cosas me han pasado. Es el precio del azúcar que coméis en Europa», explica con sabiduría un esclavo en Cándido, de Voltaire.

Suena brutal y anacrónico, ¿pero es tan distinto hoy? ¿Cuántas enfermedades,  pobreza, contaminación, sufrimiento, especies extinguidas pagamos hoy por nuestra azúcar? ¿Cuántos esclavos modernos trabajan hoy para su cultivo o  recolección? ¿Cuántas generaciones futuras estamos hipotecando con el daño ambiental que provoca? ¿Cuál es el impacto total del azúcar en el mundo?

Perjudicial para las personas

La caña de azúcar es conocida como la planta de la miseria, porque donde se cultiva, las comunidades entran en un círculo de pobreza. Como todo monocultivo gana terreno atentando contra la diversificación de las economías regionales. Esto significa que las poblaciones adaptan todo su territorio (desmontando, armando surcos, cambiando trayectorias de canales, etc.) a sembrar una única cosa y luego quedan sujetas a esa producción, obligadas a aceptar condiciones de intercambio desfavorables, desde dependencia de insumos externos hasta fijación de precios internacionales. Por eso, como dijo José Martí “el pueblo que confía su subsistencia a un solo producto se suicida”.

Pero además se trata de un monocultivo intensivo en mano de obra que demanda, especialmente para su recolección manual, mucha fuerza de trabajo barata. Al principio, como dijimos,  las plantaciones recurrieron a la explotación de esclavos. Hoy, en cambio,  emplean hordas de jornaleros con pésimas condiciones laborales y vida. No es exagerado llamarlos esclavos modernos”, ya que según las propias definiciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se trata de trabajadores en condiciones análogas a la esclavitud. En las regiones de explotaciones de caña, como Brasil, Tailandia, la India o Centro América basta la combinación de leyes laborales laxas y autoridades corruptas para instaurar bajo el sistema salarial formas de esclavitud moderna.

A continuación un pantallazo de esta dura realidad en algunas regiones emblemáticas:

-Brasil es el principal productor de azúcar del mundo y un emblema de la explotación no mecanizada. “Los trabajadores temporales –los jornaleros– viven sin derecho al agua, comida y alojamientos recientes, humillados, sin poder volver para casa”, señala el periodista Leonardo Sakamoto, fundador de la organización Repórter Brasil. Según relata la periodista Nazaret Castro, colaboradora de El MundoLe Monde Diplomatique, esta forma de esclavismo oculto resulta mucho más lucrativa que esa antigua esclavitud colonial en la que el propietario debía mantener al esclavo durante los 365 días del año. Ahora, el bracero, acabados los meses de cosecha, es sistemáticamente abandonado a su suerte. Y si es ‘rescatado’ por las autoridades estatales, se encontrará devuelto al abandono, por lo que, muy probablemente, volverá al mismo círculo vicioso la próxima cosecha”. Los jornaleros trabajan por salarios bajísimos, en pésimas condiciones de seguridad e higiene y mal alimentados, por lo que muchos recurren al consumo de drogas, como crack o marihuana, para soportar el trabajo. El mismo Ministerio de Trabajo de Brasil en algunos informes da cuenta de la situación e identifica a 25.000 trabajadores en una categoría análoga a la esclavitud (utilizando los términos de la OIT).

-Tailandia es segundo exportador de azúcar del mundo. Laura Villadiego, viajó a Isaan para mostrar cómo vive el millón de jornaleros que barre esos campos. Ahí habló con Bua Lai, una mujer pequeña de tez tostada por el sol y las manos llenas de heridas, que a sus 56 años aún maneja bien el machete. “A veces no quiero venir. Me duele todo, pero lo hago porque necesito el dinero”. La mayoría de los días, Bua Lai ni siquiera consigue ganar el salario mínimo de 300 baths (unos 8 euros) diarios estipulado por el Gobierno, ya que es común que esa norma no se respete y se pague por peso de caña que se consigue cortar cada día, “Cuando la caña es fácil de cortar no hay mucho problema, pero les da igual si te encuentras con tallos más duros. No te pagan más”.

-América Central ha sido materia de muchos informes de Human Rights Watch y la OIT que muestran que el cultivo o la zafra de la caña de azúcar en países como El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Belice o Costa Rica es realizado por personas entre 8 y 60 años. Estas organizaciones recopilaron a lo largo de años muchos testimonios en primera persona de chicos y chicas, con identidades protegidas, obligados a realizar trabajo infantil. Relatan que caminan hasta dos horas por la madrugada para llegar a campos cercanos o a veces hacen largos viajes en autobús con sus padres a lugares más lejanos donde duermen varias noches entre los surcos o campamentos precarios; se quejan de  enormes ampollas y cicatrices en las palmas, de irritaciones en la piel provocadas por las unas sustancias que recubren las hojas de caña de azúcar, entre otros males. A la vez, las autoridades de las escuelas de las regiones cercanas a plantaciones suelen coincidir en sus relatos, muchos chicos pierden sus primeros meses de clases para ir al colegio recién después de la zafra, o que abandonan totalmente la escuela.

-Argentina: la situación no es mucho mejor. Tucumán, Jujuy y Salta concentra el 99,5% de su producción. Aunque en las últimas tres décadas los ingenios grandes reemplazaron la cosecha manual por técnicas mecanizadas, aún existen muchas familias de pequeños productores o cañeros que trabajan con sus hijos. Este modelo productivo explica que en el Noroeste Argentino (Región del NOA) se registre el mayor trabajo infantil del país, en la zona rural un 20.1% de los niños y niñas realiza actividades productivas (y muchos más adolescentes). Estos datos podrían ser aún peores ya que los últimos registros son previos a la pandemia, de la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA), elaborada por el INDEC junto a la Secretaría de Gobierno de Trabajo y Empleo en 2018. Este fenómeno se debe a los niveles de pobreza de la región combinada con la demanda de trabajadores temporarios para cosecha de cítricos, frutillas, algodón, chía o caña de azúcar. Cabe recordar que los trabajadores golondrinas como los contratados para la zafra estuvieron históricamente expuestos a las peores condiciones laborales. En su inmensa mayoría se trata de trabajo no registrado, temporario y en negro, sin seguro de accidentes, sin cobertura de salud, sin jubilación y  con una retribución monetaria menor a la percibida por trabajadores permanentes. Además suele asociarse a jornadas extenuantes de 12 horas, riesgo de cortarse con machete, el estrés por calor extremo, exposición al uso de plaguicidas tóxicos, efectos respiratorios por exposición a polvo, molestias oculares y enfermedades renales crónicas.

 Perjudicial para el planeta

-Destruye biodiversidad vegetal y animal por el avance sobre ecosistemas o el desmonte dado que el cultivo de caña demanda mucha superficie.

-Contribuye a la desertificación, erosión y compactación del suelo. Los experimentos de larga duración demuestran degradación paulatina, extracción y exportación de nutrientes, disminución progresiva de contenido orgánico debido a manejos inadecuados (como la quema de rastrojo) que se confirman con una análisis histórico de rendimiento agrícola del cultivo, que disminuye considerablemente con el transcurso de los años.

-Afecta la atmósfera por prácticas de quemas antes y después de la cosecha. La combustión del material vegetal produce emisiones de gases y hollín que afectan la salud de la población cercana, favorece las pérdidas de carbono y nitrógeno del suelo por volatilización, genera dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. El ejemplo más cercano es Tucumán, donde las lluvias de hollín se asocian (según neumólogos y alergistas) con una más alta prominencia de asma, fibrosis pulmonar y otras enfermedades respiratorias. También se observan efectos oculares y dermatológicos. Hoy la quema está prohibida y es antieconómica, dado que existen tecnologías más eficientes y está demostrado que el gran rastrojo generado puede ayudar a compensar niveles de carbono bien tratado funcionales a la sustentabilidad de la actividad. Sin embargo, en el 2020 se registraron en Tucumán más denuncias de incendios que en ningún otro año, ya sea por cañeros habituados a prácticas tradicionales, quema de basura, o limpieza de otras malezas. El fenómeno afecta a muchas comunidades cercanas a las plantaciones en todo el mundo y se vuelve aún más peligroso en la era de los mega-incendios, relacionados al calentamiento global. En los ingenios más grandes o explotaciones del primer mundo, como por ejemplo la Unión Europea o Australia, la mecanización ya reemplazó la quema, pero el problema está aún lejos de solucionarse en el balance global.

-Contamina ríos y arroyos y aguas subterráneas, tanto por el uso de plaguicidas y como por los efluentes orgánicos (agua con alta temperatura y bagazo, cachaza y vinazas) generados en el proceso de industrialización. La industria azucarera usa mucha energía y muchísima agua. Agua para el lavado de la caña, agua para la condensación de vapor, agua para el lavado del carbón, agua de suministro de calderas, agua para soluciones del proceso, agua para el intercambio de iones en el enfriamiento sin contacto, agua para bajar ceniza volante, agua para lavado de los filtros, plantas y pisos. Todas esas aguas no suelen tratarse para su descontaminación y termina en ríos o arroyos cercanos a la industria que contaminan animales y comunidades cercanas.

-Consume mucha energía y genera emisiones. La industria del azúcar es un emblema de un sistema alimentario que (según datos de la FAO) consume el 30 % de la energía disponible en todo el mundo y en su mayoría vinculado al transporte, procesamiento, embalaje, almacenamiento y compraventa. En este sentido, el azúcar tiene un alto nivel de comercialización, ya que el 33% (datos 2017 de OCDE-FAO) del azúcar que se produce termina exportándose, esto es viajando por el mundo y generando emisiones.

 

Fuentes:

https://www.eldiario.es/desalambre/alimentos_que_cambian_vidas/cana-de-azucar-esclavitud-brasil-tailandia-intermon-oxfam-produccion-alimentacion_1_1162892.html

https://www.lanacion.com.ar/editoriales/trabajo-infantil-mal-averguenza-nid2384894/

https://www.ilo.org/legacy/spanish/buenos-aires/trabajo-infantil/resource/bibliografia/general/1_intensificar_lucha.pdf

https://oiss.org/wp-content/uploads/2018/11/12-6-Cana.pdf

https://www.hrw.org/legacy/spanish/informes/2004/elsalvador0604/3.htm

https://inta.gob.ar/sites/default/files/inta-el_mercado_azucarero_argentino_y_analisis_economico_de_la_zafra_azucarera_en_tucuman.pdf

http://www.fao.org/3/BT088s/BT088s.pdf

 

Notas relacionadas: https://www.zafran.com.ar/historia/historia-del-azucar/

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